La
benevolencia del joven Ejiogbe lo hizo tan popular que su casa estaba siempre
llena de visitantes de día y de noche. Él curó a los enfermos, hizo sacrificios
para los que eran mendigos de manera que se convirtieran en ricos; ayudó a las
mujeres infecundas a tener hijos y ayudó a parir a todas las embarazadas que
solicitaron su ayuda. Estas actividades le ganaron la admiración de los
beneficiarios y le adjudicaron la honestidad de los Awós de más edad quienes no
podían compararse en altruismo y benevolencia. Muy pronto él se inquietó y
una noche tuvo un sueño en el que su Ángel Guardián le decía que algunos de los
mayores estaban conspirando en su contra. Cuando se despertó a la mañana
siguiente, estaba tan confuso que decidió ir por adivinación.
Él fue por adivinación a los sacerdotes de Ifá siguientes:
Él fue por adivinación a los sacerdotes de Ifá siguientes:
Ajogodolo efo ni mo kpo ifa mi
Osigi sigi lo okpo
Usee
mi cojagba igbo
Abu
kole ken lo obe ide
Ellos
le aconsejaron que hiciera sacrificio a su Ifá con una cesta de caracoles. Como
él ni siquiera tenía dinero para comprar caracoles, todos aquellos a quien
previamente había ayudado le trajeron todo lo que necesitaba. Los caracoles
fueron partidos y el líquido de su interior fue recolectado. Los Awos
recogieron hojas de ero, las machacaron con el líquido de los caracoles para
que Ejiogbe se bañara con el preparado. Después del sacrificio el comenzó a
vivir una vida pacífica. Es por esto que cuando Ejiogbe aparece durante la
adivinación, a la persona se le aconseja que ofrezca caracoles a su Ifá. Cuando
sale en Igbodu, el chivo para la ceremonia no se deberá ofrecer hasta 5 días
más tarde. Lo que se debe ofrecer en ese día de Igbodu es caracoles, rata seca
y pescado seco. Cuando Ejiogbe recuperó la paz de espíritu después de la
ceremonia él se regocijo cantando:
Uroko Iro, Erero Lu Oruko Erero.
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