Quienes vencen al enemigo de adentro no tienen nada que temer del enemigo de afuera

Ogbe Otura Ese Ifa 2


Jegbe el Cazador

Jegbe, un cazador de oficio, era el hijo del Oba (Rey) Alaafin de Oyo. Ifá nos dijo que las cosas no irían bien para Jegbe, por lo tanto, él fue por adivinación. Cuando el Babalawo consultó Ifá para él, apareció el Odu Ogbe Otura. Ifá le dijo a Jegbe a través del Babalawo que él estaba destinado a la grandeza y a gobernar, él tendría abundancia, viviría hasta una edad avanzada, sería famoso y que alcanzaría el éxito en sus esfuerzos, pero necesitaba hacer sacrificio para evitar posibles obstáculos. El Babalawo hizo énfasis en el hecho de que era muy importante para Jegbe realizar el ebo. Él se mantenía con la cacería del día, aunque él siempre cazaba animales pequeños como la ardilla. Jegbe no se daba por vencido, por lo tanto, con constancia, él se mantenía con la esperanza de tener un buen día de cacería. Sus oraciones fueron escuchadas y el día vino pues dio caza a un elefante. Para un cazador en cargarse solo de cazar un elefante significaba un aumento de su ego, porque no solamente se iba a hacer rico vendiendo el elefante, sino que ganaría respeto de la comunidad por su valentía y coraje. Jegbe estaba consciente de todos estos beneficios y estaba feliz. Como era costumbre en esos días, en ocasiones que un animal grande como un elefante era cazado, el cazador debía cortar una parte significativa de él para mostrarlo a las personas como evidencia de que realmente él le dio caza al animal que estaba reportando. Una de las principales razones de esta práctica era el hecho que el cazador no tenía los medios de llevar el animal cazado a casa, y la responsabilidad era del resto de las personas del pueblo y sus familiares para ayudarlo a traer la carne troceada a casa. Por lo tanto, cuando Jegbe mató al elefante, el cortó su cola y lo llevó al pueblo para mostrarlo al rey y sus súbditos. Jegbe fue directamente al palacio e informó al Oba (Rey) de su gran captura como demandaba las costumbres. El Oba ordenó dar aviso de la noticia a la comunidad de manera inmediata. El anuncio trajo júbilo y todo el mundo estaba feliz porque la valentía de Jegbe añadiría respeto y popularidad a su pueblo. Aquellos cuyo deber era tasar, cortar y llevar la carne de elefante desde el bosque hasta el pueblo rápidamente se reunieron para ir al bosque. Algunos observadores entusiasmados incluso los seguían. Como era de esperarse, Jegbe estaba muy feliz y se encaminó cantando una fina melodía. Desafortunadamente, su felicidad iba a ser corta.

Desconocido para Jegbe, tan pronto como el dejó el bosque por la ciudad, Eşu (Dios de la justicia) tomó acusación por la muerte del elefante. Mientras tanto, Eşu conocía todo acerca de su imprudencia de no haber realizado sacrificio a Ifá para tener éxitos en sus esfuerzos. Es sabido que Eşu es aliado de Orunmila y le gusta estar seguro que las recomendaciones, las imprudencias y advertencias son llevadas al pie de la letra. Además Eşu era uno de los guerreros (ajogun) que Jegbe debía haber apaciguado.

Sin embargo, cuando Jegbe falló en hacer lo prescrito por Ifá para sacrificio, Eşu apuntó su bastón místico sobre el elefante. En ese momento el elefante se convirtió en piedra (apata) y Eşu desapareció del sitio. Cuando Jegbe y su séquito llegaron al sitio donde supuestamente el elefante muerto yacía, ellos encontraron una piedra. Jegbe pensó que se equivocó de sitio y le dijo a las personas que esperaran mientras que el buscaba alrededor. Buscó y buscó y no había rastro del animal. Él estaba perplejo por el misterio que rodeaba la desaparición del elefante. Trató de convencer a su estupefacta audiencia que si había matado, de hecho, al elefante, pero nadie le creyó que podría desaparecer sin dejar rastro. Ellos se enojaron con Jegbe por haberles hecho perder el tiempo porque pensaron que les había hecho una broma pesada. Ellos dejaron el bosque con maldiciones sobre él, todos lo llamaron un gran mentiroso. Aún su propia familia no le creyó que él mató un elefante por mucho que los trató de convencer y les solicitó su ayuda para resolver el misterio de la desaparición del elefante. Él estaba muy triste por la pérdida de su auto estima. Desafortunadamente, también, la vida se convirtió en un infierno en el aspecto económico. Sin comprender su situación deprimente, Jegbe se mantuvo cazando porque ese el negocio que conocía bien. Todavía no había resuelto el problema inherente así que continuó inútilmente.

Una vez más la frustración lo llevó a consultarse con Ifá sobre qué hacer en función de mejorar su vida. Por segunda vez, Ifá le aseguró que tendría un futuro bueno, pero tenía que hacer sacrificio. El Babalawo alentó a Jegbe para buscar los materiales de ebo. De algún modo, Jegbe falló una vez más en hacer el ebo, pero decidió que nunca iría de cacería solo. Él razonó que habiendo alguien como testigo la próxima vez que él mate un animal grande tomaría cuidado para no equivocar el concepto de que era un mentiroso. De suerte para él, mató a un búfalo durante una de sus expediciones de cacería.

Mientras tanto su compañero quien era un joven aprendiz de cazador estaba con él cuando él cazó el búfalo, Jegbe cortó ambas orejas del búfalo e instruyó a su joven aprendiz que se mantuviera vigilante sobre el búfalo muerto. Para poner al aprendiz al tanto, él le contó lo sucedido con el elefante que cazó y le enfatizó la importancia del por qué el joven cazador debería mantenerse vigilante sobre el búfalo muerto mientras él corría al pueblo para anunciar su gran cacería. El aprendiz prometió que no dejaría el sitio por ninguna circunstancia. Jegbe se dirigió al pueblo con las dos orejas del búfalo como evidencia para mostrarlo a los pobladores. Tan pronto como se fue, Eşu apareció. Eşu saludó al aprendiz de cazador que vigilaba el búfalo y le pidió un favor. Eşu le pidió que buscara algo de agua en el arroyo cercano. El joven no pudo rehusar el pedido porque era contrario a la tradición Yoruba rehusar el pedido de un mayor, mayor en edad. Por ello, el joven se dirigió al arroyo y tan pronto como estuvo de vuelta, Eşu apuntó su bastón místico al búfalo muerto e instantáneamente se convirtió un una colina. Eşu desapareció misteriosamente del sitio. Cuando el joven regresó para ver que todo estaba en orden, no pudo encontrar al anciano, quien de hecho era Eşu, quien le había hecho un mandado. Sorprendido de la misteriosa desaparición del Baba (anciano), el joven se devolvió rápidamente a su puesto de guardia para estar vigilando al búfalo muerto. El regresó al sitio y no vio al búfalo y en su lugar había una colina. Como trueno, la historia de Jegbe acerca del elefante que cazó y luego desapareció, atacó al joven aprendiz. Él se dio cuenta del error cuando recordó la advertencia de no dejar el sitio bajo ninguna circunstancia. Él estaba muy arrepentido y estaba aún pensando acerca del inusual acontecimiento cuando Jegbe y las personas del pueblo llegaran al sitio. La vista de la colina con su joven aprendiz cerca alertó a Jegbe que él nuevamente fue visitado por el infortunio. Con esa comprensión, él hizo una parada abrupta. Con voz desesperada él dijo que nuevamente la fuerza misteriosa que lo ridiculizó la primera vez, hizo otra fea trampa sobre él. El camino lejos de las personas porque sabía lo que ellos estaban pensando en ese momento. Mientras tanto, los pobladores que tomaron este anuncio de otra gran caza y lo siguieron al bosque tuvieron sentimientos encontrados acerca de la verdad de la historia de Jegbe. Por lo tanto, cuando él se detuvo repentinamente, no fue difícil para ellos concluir que ellos fueron engañados nuevamente. Ellos no pidieron ninguna explicación ni quisieron oír cuando él empezó a dirigírseles. Ellos dieron vuelta decepcionados y lo llamaron mentiroso. Lo reprimieron seriamente por haberles hecho perder el tiempo. Jegbe se dirigió al cazador aprendiz y le pidió explicación. El joven narró la historia de su encuentro con un misterioso Baba y como dedujo que éste era el responsable de la desaparición del búfalo. Siendo su segunda experiencia, Jegbe supo que la desaparición fue definitiva. Con este segundo caso misterioso de desaparición, Jegbe resolvió hacer el sacrificio la próxima ocasión que consultara Ifá. Una buena cosa que mantuvo fue su fe en Ifá. Con esta determinación en mente, Jegbe se dirigió directamente a casa de su Babalawo cuando llegó al pueblo.

El Babalawo consultó Ifá para Jegbe y le dijo que sufriría una grave consecuencia si continuaba desobedeciendo a los mandatos de Ifá. El Babalawo le dijo a Jegbe que tenía que hacer para tener su Ire, el cual por supuesto incluía sacrificio. Sin perder tiempo, Jegbe fue al mercado y trajo todo lo requerido para el ritual. Llevó todo lo que prescribió el Babalawo para el ebo. en adición de las cosas del ebo, Jegbe llevó sus ropas incluyendo su ropa íntima que tenía puesta cuando consultó Ifá para el Babalawo. De acuerdo a Ifá, esas ropas eran Aşo Iya de Jegbe (ropa de crisis o pobreza). El sacrificio fue debidamente hecho para Jegbe y el trabajo necesario de Ifá fue realizado sobre las ropas. Ellos llevaron de vuelta a Jegbe al bosque y lo quemaron. Se le dijo que permaneciera junto a la ropa quemada hasta que se volviera cenizas.

Muy temprano en la mañana siguiente, Jegbe fue directamente al sitio favorito del bosque. Lo hizo confortable, hizo fuego sobre su Aşo Iya como le fue dicho. Él estuvo junto a la ropa en llamas como le fue dicho. Ciertamente la pobreza de Jegbe fue consumiéndose a medida que progresaba el fuego.

Mientras tanto en otro lado, muchos guerreros acordaron establecerse en el próximo pueblo que llegaran. De acuerdo a Ifá, estos guerreros, 1660 hombres, eran una unión de unidades de distintos pueblos y villas aliados. Ellos pelearon sus guerras y los ganaron, pero no encontraban el camino de vuelta a sus tierras de origen. Por lo tanto, ellos decidieron mantenerse juntos de por vida como una gran familia. Ellos habían estado en el bosque por meses buscando por algún signo de vida alrededor, pero no encontraban nada. Ellos se mantuvieron buscando signos de vida. Por el sacrificio que hizo Jegbe, estos guerreros vieron el humo de la ropa en llamas de Jegbe. Ellos se alegraron pues había esperanza de lograr sus deseos. Instantáneamente, ellos partieron siguiendo la dirección del humo. Llegaron hasta ver a Jegbe, ellos silbaron para alertar a Jegbe de su presencia. Esto es necesario en el bosque para evitar disparos accidentales. Jegbe silbó en respuesta de conocer su presencia. Eventualmente ellos se encontraron cara a cara con Jegbe. Después de intercambiar saludos, ellos suplicaron a Jegbe que los dirigiera o liderara a cualquier pueblo cercano. Jegbe accedió a ayudarlos pero les pidió que esperaran porque él terminara de quemar las ropas. Ellos esperaron. Cuando su ropa fue quemada completamente y convertida en cenizas, él les dijo que lo siguieran. Él les dijo incluso que cuando llegaran al pueblo más cercano, el de manera personal se dirigiría al palacio del Oba a informar de su presencia, como demandaba la costumbre. Ellos accedieron y agradecieron enormemente su amabilidad. Jegbe los llevó hasta el poblado más cercano. Cuando se acercaron lo suficiente, les dijo que se detuvieran y esperaran por él cuando habían acordado. Ellos esperaron mientras el iba al palacio a informar al Oba quien también era su padre.

En vista de las dos decepciones pasadas, ninguno quería creer en las historias de Jegbe sobre sus cacerías, sin embargo, cuando le dijo al Oba y a los jefes presentes la historia de esos guerreros, ellos estuvieron escépticos. Ellos les dijeron que no querían perder su tiempo en sus cosas. Estaban cansados y hartos de sus mentiras. Ellos le instruyeron, al unísono de tomar a sus guerreros a cualquier lugar que él quisiera y encontraran un sitio donde fundar un reino. Jegbe les agradeció y se fue.

Cuando regresó a donde lo esperaban los guerreros, les dijo que el Rey les enviaba buenos deseos y bendiciones e incluso que él decretó que buscaran un nuevo asentamiento fuera del pueblo y se establecieran ellos mismos. Ellos se contentaron por esta noticia. Jegbe lideró a los guerreros a una distancia lejana. Ellos caminaron días y noches por varios meses hasta que Jegbe creyó que lo separaba a una gran distancia de Oyo, la ciudad que su padre mandaba y este nuevo asentamiento. Fue un sueño convertido en realidad para los guerreros y no perdieron tiempo en construir sus moradas. Los guerreros y Jegbe comenzaron una nueva vida. El nuevo asentamiento fue llamado Ikoyi. Como la costumbre demanda, Jegbe fue instalado como el Oba porque ellos encontraron un sitio con su ayuda.

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