EL EBO DE TRAMPA.
Había una vez un rey que su tesoro lo enterraba en el bosque para que nadie en el castillo lo supiera ni siquiera la reina, pues era nada más para él. Transcurrido los años el rey murió y su familia se quedó sin fortuna porque no encontraron nada en el bosque.
En ese mismo lugar había un campesino que toda su familia había muerto a causa de los trabajos del bosque. El campesino después de varios años ya estaba cansado de trabajar y todos los días se ponía a hablar con su mujer donde le decía que su mayor orgullo era que si ganaba dos pesos eran para comer y el resto que le quedaba era para su hija, para tratar de que no le pasara lo mismo que a él y su familia.
El campesino siempre soñaba con cosas malas y muertos que lo querían matar, pero en uno de esos sueños se le presentó su guía protector que era un negro babalawo y en cuyo sueño le decía que fuera a casa de Orunmila para que se registrara.
Orunmila al registrarlo le salió Okana Sode y le dijo que tenía que hacer ebo de trampa para poder prosperar y para que la justicia no llegara a él de una forma o de otra, en cuyo ebo sale que no debe engañar a su mujer para no perder el aşe encontrado. El campesino así lo hizo y un día estaba muy cansado dando pico y pala y se encontró con un tesoro enterrado, pero se acordó lo que Orunmila le había aconsejado y no partió por la primera.
El campesino muy alegre y contento marcó el lugar para ir a buscar el tesoro más tarde y cuando fue a su casa se lo contó a su mujer y ella se puso muy contenta. El campesino le dijo a su mujer que no se lo contara a nadie, pero a ella le entró por un oído y le salió por el otro y llegó a oídos del rey que en sus tierras un campesino había encontrado un tesoro. El rey mandó a buscar al campesino para que le diera el tesoro y el campesino le dijo: que eso no era cierto, pero el rey desconfiado lo dejó preso y mandó a buscar a la mujer y ésta le dijo yo se lo voy a decir todo.
Como en el registro había salido de que cuando se hiciera el ebo se lo enseñara todo a su mujer y ella al ver estas cosas tan imposibles quedó asombrada, entonces así mismo ella se lo contó al rey y éste la tomó como loca porque ninguna mata da pan, la jutía no se caza en el mar y el pescado no se pesca en una cueva de jutías.
Entonces el rey mandó a soltar al campesino y se disculpó con él pidiéndole le perdonara, pudiendo éste disfrutar del tesoro que Ifá le había hablado.
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