Quienes vencen al enemigo de adentro no tienen nada que temer del enemigo de afuera

Iwori Owonrin Ese Ifa 2


EL REY ORGULLOSO.

Era un rey muy orgulloso que no permitía visitas a sus súbditos ni que nadie del pueblo tuviera relaciones de amistad con sus sirvientes. Este rey tenía una hija que estaba enferma desde hacía mucho tiempo y él había gastado mucho dinero tratando de curarla y según el criterio de los curanderos del pueblo, ella tenía encima mal de ojo de la otra generación. Un día uno de sus criados le recomendó al rey, que fuera a mirarse con Orunmila para el problema de la enfermedad de su hija, pero el orgulloso rey que no admitía consejos de sus inferiores, amenazó con matarlos si divulgaban tal conversación.
Sucedió que la hija del rey se agravó y éste dominado por el amor a su hija, mandó a buscar a Orunmila; éste le mandó a decir que por estar muy atareado le era imposible ir a palacio, y que en cambio, cuando el rey fuera a cazar al bosque podía entrar en su casa ya que tenía que pasar por ella. El rey se indignó con Orunmila y después de mucho  hablar, tomó la determinación de no ir, pues un rey como él no podía rebajarse ante un adivino.
Como la hija del rey continuaba mal, éste decidió ir a casa de Orunmila; al llegar a la puerta, como el umbral era bajito y el rey bastante alto, al entrar no se dio cuenta que tenía que bajar la cabeza, cosa esta a la que no estaba acostumbrado por su altivez, tropezando la corona con el dintel de la puerta y cayéndosele la corona que salió rodando por la pendiente y sus súbditos se la escondieron, viéndose el rey obligado ir de puerta en puerta preguntando por su corona; hasta que se la devolvieron.
El rey regresó a casa de Orunmila, pero esta vez al entrar se quitó la corona por temor a que se le volviera a caer. Orunmila le dijo: majestad, aquí la única corona que prevalece es la mía; el rey le contestó: hoy comprendo que mi orgullo sólo me ha servido para humillarme, pues de no haber sido tan orgulloso mis súbditos no hubieran escondido mi corona, y no hubiera pasado por el bochorno de tener que ir de puerta en puerta preguntando por ella.

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