EL CARNERO Y EL PERRO.
En este camino Ogún y Şangó andaban juntos, Ogún siempre tenía junto a él un carnero y Şangó andaba por donde quiera con un perro (aya) pero entre Ogún y Şangó existía una gran amistad al extremo donde estaba uno, el otro estaba. Un día Şangó y Ogún fueron a una fiesta, en la cual ambos se estaban divirtiendo, Ogún de lo más animado en la fiesta le dijo a Şangó que le cuidara el carnero (abo) un momento, Şangó concedió cuidárselo mientras que Ogún estuviera ocupado.
Pero resultó que lo más animado de la fiesta, a Şangó y sus compañeros les entró hambre y Şangó al ver el abo, que lo estaba cuidando a Ogún les dijo: a sus compañeros, a ustedes no les parece que ya tenemos hambre, porque no nos comemos este abo. Los amigos de Şangó los cuales comieron opíparamente, al terminarse la fiesta Ogún buscó a Şangó como era su costumbre, siempre que ambos iban a una fiesta. Ogún le preguntó a Şangó, por su abo y éste le contó lo que él y sus amigos habían hecho con él.
Ogún montó en cólera con su amigo Şangó, al extremo que Ogún iba a pelear con él, pero en eso se fijó en el aya (perro), que siempre acompañaba a Şangó y como desquite agarró al animal y les clavó los dientes en el pescuezo y empezó a chupar la sangre. Pero a medida que iba chupando la sangre al aya, le fue gustando al extremo que su carácter violento iba cambiando, por otro más apacible y de satisfacción al saborear la sangre de aya, que a partir de ese momento siempre Ogún cuando tiene una oportunidad la come. Terminándose el enojo de este con Şangó.
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