LA HIJA DE OBATALÁ.
En este camino Obatalá tenía una hija de singular belleza, la cual tenía innumerables enamorados tanto de su tribu como de tribus distantes, los cuales en las oportunidades que tenían iban a visitar, llegando el momento en que se agrupaban varios al mismo tiempo en casa de Obatalá, de tal manera que en ocasiones se producían tragedias entre ellos.
Su padre, viendo que esta situación no podía continuar se enfrascó en buscar una solución al problema de los enamorados de su hija, ocurriéndole que lo único que podía hacer era aparentar que su hija se había muerto. Obatalá aferrado a su idea, le explicó a su hija lo que había pensado y para de esa forma decidir de todos aquellos pretendientes cual sería su verdadero marido. La hija de Obatalá fiel a su padre, aceptó sin vacilación, lo que había decidido porque estaba conducida por la sabiduría, Obatalá desde ese momento se dio a la tarea de simular la muerte de su hija con la ayuda de Elegba que se prestó gustoso.
La falsa muerte de la hija de Obatalá corrió de boca en boca, cuando las personas llegaban y veían a la hija de Obatalá tendida, le daban el pésame a éste, los distintos enamorados hacían lo mismo y al darle el pésame a Obatalá le decían que ellos le traían un regalo a la hija, pero en vista de que ella había muerto, ellos se lo volvían a llevar, solamente uno de los enamorados, el cual tenía flores, al ver lo sucedido a su enamorada le dio el pésame, se lamentó de lo ocurrido y le dijo a Obatalá: mire yo le traía flores a ella pero en vista de que ha fallecido, póngaselas sobre el pecho.
Obatalá, al ver el gesto de aquel hombre pensó que era el marido que su hija necesitaba y le dijo: no, no, mi hija no está muerta, ella vive y tú serás su marido. To Iban Eşu. Obatalá le explicó la causa de esa simulación, siendo así, como aquel hombre por su modestia y buenos sentimientos, se convirtio en el marido de la hija de Obatalá.
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